" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

domingo, 14 de enero de 2018

El aljibe de Torrevelilla

         En la mayoría de ocasiones nuestras excursiones tienen un destino prefijado. En otras ocasiones, aprovechando algún viaje de carácter personal, hacemos un alto en el camino en lugares que consideramos interesantes. Incluso a veces acotamos una determinada zona geográfica y la recorremos en busca de agradables sorpresas, de lugares que desconocíamos o yacimientos no catalogados.


          Sin embargo en esta ocasión fue distinto. Fue un encuentro casual, inesperado, con un elemento patrimonial del que desconocía por completo su existencia. Con una joya constructiva de la que jamás había oído hablar.

Y es que para alguien tan curioso como yo, la historia se convierte en un gran baúl lleno de cosas que “regirar”, una ventana a lugares, acontecimientos, experiencias personales… que son un manjar para cualquier “alcahuete”.

De hecho, mi modesta aportación al Centro de Estudios Locales de Alcorisa, me obliga a indagar sobre episodios de nuestra historia que antes no me habían despertado interés, como es el caso del turbulento periodo bélico y prebélico de los años 30. Durante gran parte del año 2017 buceamos en archivos, en libros, en publicaciones, en WEBS… cuanto mas conocía, mas quería saber.

Precisamente fue buscando información sobre el llamado “Frente de Aragón”, intentando saber más sobre lo sucedido en la inmensa línea de trincheras que se extiende por toda la Sierra de los Caballos,  cuando supe de la llamada “Batalla de La Codoñera”- En el blog “Historias del Bajo Aragón”, Pedro J. Bel Caldú escribía un fantástico reportaje sobre ella, un cruento enfrentamiento bélico de la guerra civil sucedido entre las localidades de Valdealgorfa y Belmonte de San José.

Pedro J. Bel escribe:

“Tagüeña se hizo cargo del frente que partía del empalme de Fórnoles, pasaba por los términos de La Codoñera- Belmonte-Torrevelilla-La Ginebrosa y alcanzaba hasta Mas de las Matas. La llegada de Tagüeña fue providencial para detener la marcha de los italianos, que estaban presionando sobre el pueblo de Torrevelilla. El propio Tagüeña en sus memorias lo cuenta así:

…Los dos batallones de la 31ª Brigada habían llegado a Torrevelilla a relevar a la 209ª Brigada y tuvieron el tiempo justo para bajar de los camiones, desplegarse, parar la columna motorizada italiana, volcando incluso una tanqueta, contraatacar y ocupar posiciones a unos tres kilómetros al norte de Torrevelilla…”




Fotos de Torrevelilla tras la llamada "Batalla de La Codoñera"
ARCHIVO PROVINCIAL DE TERUEL

           Las tropas nacionales partieron de Calanda en dirección a Torrevelilla siguiendo la paralela a la ladera norte de la sierra de La Ginebrosa, atravesando las escarpadas cumbres que separan los valles del Guadalope y el Mezquín. Por lo tanto, cabía la posibilidad de que aquellas frondosas montañas todavía tuviesen vestigios de aquella batalla. Como es habitual en mí, en cuanto pude, me escape en busca de arqueología militar al lugar en cuestión.

          En el trayecto de Calanda a Torrevelilla parece que el tiempo se haya congelado. Una vez dejas atrás la rica huerta calandina y comienzas a serpentear ladera arriba por la estrecha y sinuosa carretera que comunica ambas poblaciones, tienes la sensación de estar realmente en un desierto. De haber retrocedido en el tiempo.

          Yo personalmente tuve la sensación de que en cualquier momento me iba a cruzar con uno de aquellos camiones Ebro o Pegaso que poblaban nuestras carreteras en los años 80. O que un SEAT 131, un SEAT Panda, un Renault 5 o un Citroen BX aparecerían en la próxima curva recordándome los habituales viajes que cuando era niño realizaba a Mas de las Matas por una carretera muy similar a esta. 


          Atravieso el Barranco de la Zahoyera por un bellísimo puente de piedra. Si siguiésemos el cauce de ese barranco hacia arriba llegaríamos a las ruinas del Convento de Calanda y hacia abajo a la azud del canal de la Estanca.

Mi primer alto en el camino es en la masía de los Tres Tormos, una fabulosa construcción que queda a la izquierda de la carretera. Recorro las montañas circundantes, me fijo en los viejos refugios agrícolas, posibles restos de trinchera o parapeto,  metralla o casquillos… No encuentro nada digno de reseñar.

Decido entonces desplazarme con el coche a la zona mas alta, a la partida conocida en los mapas cartográficos como “Las Vales” y  allí adentrarme en el pinar en busca de algo que me recordase aquel funesto episodio de marzo del 38.

En los puntos más altos, pese a la excesiva frondosidad del bosque, distingo restos de algún antiguo parapeto, pero nada especialmente destacable. Desconozco como habrá cambiado la morfología del terreno en los últimos 80 años, pero en la actualidad los pinares están casi intransitables, invadidos por un espeso matorral que apenas deja ver el suelo. Tan solo los lugares en los que la roca madre se ha desprendido de la capa vegetal son fácilmente accesibles.

De todos modos, lo mejor está por llegar. En mi ruta circular, dado que el transito por el pinar es cada vez mas complicado y no quiero tomar ningún camino, decido bajar por un barranco, perpendicular a la carretera, que desemboca en otro de mayor tamaño llamado Val de Largo.

Es en ese barranco, en una val de almendreras, donde encuentro un fabuloso elemento patrimonial del que jamás había oído hablar, un bellísimo aljibe de una habilidad constructiva extraordinaria.

La val mide aproximadamente cincuenta metros de ancha, y durante aproximadamente un kilometro se suceden diferentes  bancales aterrazados, rodeados de pinar y paredes de arenisca moldeadas por el tiempo y los elementos.


El aljibe se encuentra bajo la calzada de uno de esos aterrazamientos. Se trata de una construcción circular hecha con mampuestos y coronada por una preciosa cúpula de sillar con una ventana rectangular en el centro. Sobre la cúpula todavía es posible contemplar el mecanismo de ruedas dentadas y polea que antiguamente servia para elevar el agua a una cota superior. Una noria de cazoletas arrastrada por  una caballería, se encargaba de subir el líquido elemento hasta una pequeña acequia dirigida hacia una balsa. Los elementos mecánicos, aunque oxidados, son totalmente metálicos, de fundición,  por lo que muy probablemente esta noria aun estuvo funcionando en el siglo pasado.


A uno de los laterales de la estructura circular se le añadió una caseta de ladrillo que afea el conjunto, y que muy probablemente albergase una bomba hidráulica más moderna. El tubo raído de fibrocemento que todavía es visible dentro de la cisterna es indicativo de ello.


Por el lateral opuesto a la caseta, unas escaleras de piedra, labradas con excepcional maestría, descienden hasta el interior del aljibe. Son pronunciadas, pero fáciles de bajar. El vano por el que dichas escaleras se introducen en la estructura circular esta presidido por un sillar de grandes dimensiones. En el interior todavía encontramos agua, y sobre la lamina de agua, una cúpula de sillar realmente fabulosa. Sin duda, obra de un picapedrero de gran habilidad.

Desconozco la antigüedad y la propiedad de esta majestuosa obra de ingeniería hídrica, al igual que desconozco las reformas sufridas por la misma a lo largo de los años, pero no cabe duda que, sea de la época que sea, es una obra de bellísima factura y de gran coste económico y humano que no todo el mundo se podía permitir. 


Vuelvo a salir a la superficie y sigo la pequeña acequia que, pegada a una calzada lateral, se dirige a una gran balsa cuyo interior esta incluso pintado de azul. Por el estado de aquella balsa da la sensación que no hace tanto que aquel aljibe dejo de propocionarle agua.


Abandono el lugar con la sensación de haber podido disfrutar de un extraordinario recurso patrimonial, un aljibe cuya construcción es realmente fabulosa. Dado que se encuentra en bancales trabajados, imagino que dicho aljibe pertenecerá al mismo propietario, por lo que es muy probable que las administraciones públicas desconozcan  su existencia. Actualmente, pese a que es visible el tiempo que lleva en desuso, su estado de conservación es bueno y creo que no estaría de más que las autoridades competentes ayudaran a su propietario a mantenerlo así.

Aquel elaborado aljibe, aquella antigua noria, sirvió para alimentar de agua la rica tierra que se extiende aguas abajo. Sirvió para convertir en regadío, y por lo tanto en riqueza, las “juadas” ganadas al monte en aquel angosto barranco. Hoy forma parte del patrimonio de todos, y es responsabilidad de todos, no solo de sus propietarios, que no sucumba al paso del tiempo.