" Cada salida, es la entrada a otro lugar"

Este blog pretende transmitir la belleza y peculiaridad de lo cercano, los lugares que nos transportan en el tiempo y en el espacio. Rincones de nuestra geografía más próxima que nos dejan sin aliento o nos transmiten una paz necesaria en momentos de dificultad. Espero contribuir a que conozcamos un poquito más dichos lugares y a despertar la curiosidad del lector para que en su próxima salida, inicie la entrada a otro lugar... un lugar al que viajar sin necesidad de sacar billete.

domingo, 18 de febrero de 2024

CASTILLO DE OLOCAU DEL REY

 OLOCAU-579 Almas.

“Esta villa, situada en la provincia de Castellón, reino de Valencia, pertenece en lo judicial a Morella y en lo eclesiástico al arzobispado de Zaragoza. Algunos la llaman Olocau del Rey por las grandes mercedes que debió a Don Jaime I, que la pobló en 1271, después de haber arrojado a los moros que la dominaron desde su castillo de Olcaf, cuyas ruinas se ven en una inmediata colina. El mismo Rey le dio su brillante escudo de armas.

Tiene su iglesia parroquial de Nuestra Señora del Pópulo, con cuatro ermitas, dedicadas a San Marcos, San Blas, la Magdalena y Virgen de la Naranja, y dos preciosas fuentes, cuyas aguas frescas y cristalinas sirven a sus vecinos en todas las necesidades”

"Tradiciones histórico-religiosas de todos los pueblos del arzobispado de Zaragoza (1880)"

Autor: Julio Bernal y Soriano

Nota: (Olocau perteneció a dicho arzobispado hasta 1950. Actualmente pertenece al de Tortosa. Y además, actualmente tiene cinco ermitas, incluida la de San Roque.)

Julio Bernal y Soriano

El castillo de Olcaf, aquel que, según el medievalista Ramón Menéndez Pidal, Rodrigo Díaz de Vivar “lo labro de nuevo y lo abasteció de hombres de armas y de provisiones”. Según narra este historiador del XIX, el Cid lanzó desde esta fortaleza su ofensiva contra Morella.

              Son varias las localidades que se disputan la posesión del castillo de Olcaf, Olocau del Rey, población castellonense y Olocau, población valenciana, son dos de ellas. Las razias del Campeador en territorio valenciano, narradas en el “Cantar del Mío Cid”, no acaban de dar pistas concretas de cual pudo ser realmente aquel castillo musulmán tan codiciado.  Los medievalistas discrepan sobre su posible ubicación.

              Lo que es seguro es que era una plaza importante, pues en 1264 el castillo de Olocau pasaría a ser propiedad real, siendo intercambiado con la Orden De San Juan por el municipio de Villafames. Una muestra de la importancia que Jaime I, el rey conquistador daba a esta fortaleza.

              Nunca había subido a este castillo. Jamás había ascendido por ese serpenteante sendero que da acceso a las ruinas de lo que, en tiempos pasados, fue un fortín inexpugnable. Tenía que solucionar esa anomalía. Un explorador que se precie no puede tener pendiente a una fortaleza de la importancia de la de Olocau del Rey. Así que para allí que fuimos.

              Fue un domingo del mes de octubre. Uno de esos domingos en los que las temperaturas eran tórridas, rozando calores más propias de agosto que del décimo mes del calendario. Para llegar a Olocau, esa localidad de la comarca de Los Puertos de Morella que penetra en la provincia de Teruel entre las localidades de Bordón, Tronchón y Mirambel, debemos de fijar itinerario a través de la localidad templaría de Castellote. De  hecho, durante más de cien años, la línea fronteriza entre Olocau y Bordón, era frontera entre las Ordenes del Temple y de San Juan. Aquellas órdenes caballerescas luchaban codo con codo contra el infiel, pero la rivalidad que existía entre ellas lejos del frente de batalla rozaba en muchas ocasiones la guerra fría.

              Recorrer la carretera autonómica 226 es siempre fascinante. Solemos fijar el túnel de Castellote como frontera entre las planicies del Bajo Aragón y el agreste Maestrazgo, pero en la partida de Las Fajuelas, antes de llegar a Abenfigo, la carretera comienza a serpentear ya entre grandes alturas, estribaciones de las sierras de Los Caballos y La Menedella. Es más, como ya hicieron los antiguos, en nuestra zona yo fijaría el muro natural que separa la depresión del Ebro y el Sistema Ibérico en las sierras de Los Caballos, Peñas Blancas y La Ginebrosa. El castillo de Alganes, Castiel, el Castillo de Foz, la atalaya de Valdenuez, el castillo de Alcorisa, el castillo de Berge y el castillo de Molinos defendían este muro natural en época andalusí.

Supero el túnel, atravieso la villa templaría castellotana y pongo rumbo a Bordón. Es increíble la pasión que despiertan estos monjes guerreros del manto blanco. En realidad Castellote perteneció a tres órdenes militares distintas a lo largo de su historial medieval cristiana, la del Santo Redentor, la del Temple y la del Hospital de San Juan de Jerusalén, posteriormente de Malta. Los templarios estuvieron en Castellote poco más de cien años, mientras los hospitalarios fueron señores de la villa cinco siglos, pero siempre definimos Castellote como villa templaría debido a la fascinación que despierta esta misteriosa orden.

Dejo a la derecha la vieja presa de Santolea y atravieso los túneles de la Umbría de Nocilla para desembocar en la Refoya. Antes de que se inundasen estos paisajes, las cuencas de los ríos Bordón y Guadalope eran fértiles huertas dependientes de grandes masías. Todavía distinguimos estas ancestrales construcciones por doquier.


     Las Planas, Los Alagones, Bordón y su mística parroquial… ya no me queda nada para cruzar la frontera artificial que divide Aragón de la Comunidad Valenciana, esos carteles carreteros que determinan el lugar por donde los viejos conquistadores separaron tierras para entregarlas a sus nobles colaboradores. En este caso es el barranco de la Cueva Álvaro el accidente geográfico que delimita los dominios de las comunidades autónomas.

Serpenteo por la ladera norte de Las Tierras del Mas del Arco hasta que por fin conquistamos la austera ermita de la Magdalena, signo inequívoco de nuestra llegada a la Real Olocau.

Olocau del Rey llegó a pertenecer a la Corona de Aragón, pues fue conquistado por Alfonso II en 1184, cincuenta años antes de que se iniciase la conquista del reino valenciano. Ese mismo año pasó a manos de la Orden del Hospital. Fue el infante Don Pedro, hijo del Conquistador, quien en 1271, una vez consolidadas las fronteras alrededor de Morella, concedió carta puebla a Olocau, integrándolo en el reino valenciano.

Descendemos hacia el casco urbano, y justo antes de entrar en él, tomamos la pequeña circunvalación que rodea la villa. Un poco más adelante, unos doscientos metros, podemos aparcar nuestro vehículo e iniciar el ascenso al castillo por una senda señalizada, deteriorada por las barrancadas, pero todavía transitable.

En mi caso, como soy de esos a los que les incomoda volver por donde se va, siento que me pierdo algo, decido subir por la ladera Oeste del cerro sobre el que se asienta el castillo y después bajar por la senda mencionada. Por eso conduzco unos cientos de metros más por la pista asfaltada de un parque eólico, hasta que a la derecha distingo un depósito de agua junto al que dejo el vehículo.

Abandono el vehículo, me pertrecho y observo el cerro sobre el que se distinguen las ruinas de la importante plaza militar. Dudo unos segundos sobre la mejor forma de subir monte a través, y finalmente me decido por ir ascendiendo poco a poco en dirección norte, hasta llegar al camino por el que se puede acceder con vehículo a motor, cortado actualmente por una cadena.

Conforme avanzo, empiezo a distinguir los paisajes que se divisan desde aquella atalaya inexpugnable. Los estrechos del Bordón, las hoces, los pinares de Las Cuevas, Castellote, La Menedella, El Morrón… la superficie que se divisa desde aquella elevación es inmensa. Todavía son visibles los daños provocados por aquel terrible incendio de 1994. Hay zonas en las que el pino no ha vuelto a brotar y se distingue algún viejo ejemplar solitario que sobrevivió a aquellas terribles llamas.

Entramos en la superficie que ocupaba la fortaleza. Nos reciben los espectaculares restos de un viejo torreón circular, restaurado y convertido en mirador. 360 grados de vistas infinitas. Al Este, bajo la ladera, se encuentra la villa de Olocau, pero desde nuestra posición son perfectamente visibles las grandes alturas ubicadas a cincuenta kilómetros a la redonda.

El castillo está totalmente derruido. Encontramos restos de muros y murallas alrededor de toda la cima y numerosa cerámica, pero es complicado interpretar como pudo ser aquel mítico castillo árabe de Olcaf. Según he podido leer, se trata de un castillo tipo montano y mediano porte, estrecho y largo, de planta irregular, que posee dos recintos: uno el que lo forma la torre prismática y el aljibe y el otro la torre Principal.






Como decíamos, Menéndez Pidal, ilustre historiador del XIX,  afirmaba que entre estos muros de mampuestos, hoy esparcidos por las laderas del cerro, estuvo Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, pasando un duro invierno. Aunque algunos estudiosos actuales ofrecen otras teorías sobre donde se encontraba realmente el puerto de Alucan, lugar nombrado en el Cantar del mío Cid que Menéndez Pidal relaciona con Olocau.

Sea como fuere, nadie puede dudar de la importancia estratégica del lugar.  Un cerro a 1200 metros de altura, prácticamente inexpugnable por los cuatro puntos cardinales y que domina decenas de kilómetros cuadrados. Además, con contacto visual directo con las fortalezas de Castellote y Morella. Es un lugar extraordinario, y si el Cid buscaba un nido de águila donde planificar el asalto a la taifa valenciana, este era el perfecto. No me cabe duda.

              Castillo de Olcaf, un evocador enclave islámico con una fuerza extraordinaria y unas vistas únicas. Volveré.

jueves, 28 de diciembre de 2023

CÁTAROS EN ANDUCH


En una de mis inmersiones en los archivos españoles, concretamente en el archivo de la Corona de Aragón, localicé un documento que me llamó poderosamente la atención, “MALLEUS MALEFICARUM, MALEFICAS ET EARUM”, legajos del siglo XVII que recogen procesos inquisitoriales anteriores a esta fecha.

 
Uno de ellos resulta ser un proceso de excomunión contra Francisco Boleda y Ejido Puch, vecinos y señores de la villa de Anduch, juzgados por acoger en su dehesa una comunidad cátara superviviente de la cruzada iniciada contra ellos en el siglo XIII, cruzada ordenada por el Papa Gregorio XIII.

El catarismo se desarrolló en Francia en el siglo XII. Los predicadores hicieron una profunda reivindicación del cristianismo y se llamaron a sí mismos los únicos verdaderos discípulos de los apóstoles, practicando como ellos la pobreza absoluta y el trabajo de sus manos para vivir.

Los Cátaros propusieron una idea dualista de la creación, oponiendo dos mundos: uno bueno y otro malo. El primero es la obra de Dios, el segundo es este mundo inferior, el mal. También denunciaron una iglesia demasiado rica y vinculada a los poderosos. Se les conoce hoy con el nombre de Cátaros, pero en su momento se llamaban a sí mismos buenos cristianos, apóstoles, Buen hombre, peinados, buenas barbas.

Francisco Boleda y Ejido Puch contaban con la protección real, y por eso no fueron victimas del cadalso, ante su inviolabilidad física, la inquisición optó por excomulgarlos a ellos y excomulgar a toda la dehesa de Anduch.

Los Cataros tenían la costumbre diaria de orar a Dios representando la escena del sermón de la montaña, por lo que las piedras que encontré en mi reciente visita a Anduch, colocadas estratégicamente adquieren una nueva dimensión, ¿Pudo ser ese el lugar donde está comunidad cátara llegada del Languedoc llevaba a cabo sus oraciones?

 

La antigua literatura también ha relacionado a los cataros con la posesión del verdadero Grial, ¿Es posible que ese Grial viajase con ellos hasta tierras bajoaragonesas? La raíz etimológica de Cucón es Copón, así que no sorprendería. Igual los nazis, que estuvieron buscando el Grial en Montserrat, equivocaron la formación geológica que realmente albergaba ese místico elemento de la leyenda cristiana.

Desconocemos la suerte que correría aquella comunidad cátara y tampoco si posteriormente se anulo la excomunión de Anduch. ¿Fueron realmente INOCENTES estos buenos hombres? Seguiremos investigando.